Aprendiendo de Enseñar

By Ricardo Sánchez Velázquez

Cuando tenía siete años, el médico de cabecera recomendó a mis padres que me  apuntaran a natación. Él pensaba que nadar mejoraría las bronquitis asmáticas que padecía. Mis padres siguieron la sugerencia y me inscribieron en el club de natación de mi ciudad. Durante seis años nadé y competí por no ser el último; no puedo decir que me divirtiera mucho. Recuerdo que mis bronquitis mejoraron bastante, pero no recuerdo pasarlo bien. A los trece años dejé mi ciudad, las bronquitis y la natación. A mi ciudad aún no he regresado, a las bronquitis tampoco, pero la natación me ha acompañado todo este tiempo aunque de manera intermitente. Siempre he pensado que se trataba de una actividad magnífica si podía mantenerla lejos de esos entrenadores que sólo se preocupan de los que tienen buenos números. No guardo un solo recuerdo de que en mis años infantiles aquellos entrenadores me ofrecieran instrucción personalizada; sólo recuerdo los números de metros que había que hacer y los gritos con que nos exigían más esfuerzo.

En mi juventud me preparé como técnico en relajación y armonización tonal, aprendí otra manera de abordar la actividad física. Ya no se trataba de someterse a arduas disciplinas; se trataba más bien de explorar las propias potencialidades y las propias limitaciones, descubrir dónde se tienen los pies parados y caminar desde ahí con paciencia, con concentración, disfrutando de los pequeños avances. Pero eso no es tan fácil de transmitir como de escribir. Asistían a mis cursos personas con intereses y sensibilidades muy diversas, con experiencias corporales también muy diferentes pero casi nunca muy favorables para el tipo de trabajo que les proponía. Aunque no siempre lo conseguía, intentaba encontrar la vía más favorable para que cada cual pudiese desarrollar sus potencialidades. Se trataba de un trabajo individual que podía desarrollarse individualmente o en grupo, pero en que lo prioritario era la experiencia de cada uno. La sorpresa fue descubrir que aprendía más si escuchaba uno a uno, si aceptaba el tiempo de cada persona, si intentaba que la técnica se desplegara partiendo de los intereses individuales.

¿Y la natación? Seguía nadando, disfrutaba de un nadar suave, lento, tranquilo. Cuando mi mujer y mi hijo se interesaron por la natación, les propuse nadar relajados, sin salpicar y sin hacer ruido. Intentaba que fuera una experiencia agradable para nosotros. Hasta que un día me encontré con el trabajo de Terry Laughlin; casi no podía creerlo: había alguien que entendía la natación de otra manera. Y no sólo eso: ese alguien dedicaba su tiempo y esfuerzo a investigar la técnica, a explorar las posibilidades que esa técnica podía ofrecernos a todos nosotros, a los que tenían buenos números y a los que competíamos por no ser los últimos.

Compré el primer libro de Terry Laughlin, después sus DVD, comencé a frecuentar <www.totalimmersion.net> y, por supuesto, comencé mis prácticas en la piscina, donde encontré toda una serie de técnicas que me permitían una nueva experiencia de la natación.

Se ha subrayado la similitud entre la técnica de la total immersion (IT, en sus siglas en castellano) y algunas técnicas de la tradición oriental como el yoga o el taichi. A mí me gustaría señalar algunas similitudes con técnicas occidentales. En mi opinión, la forma de proceder de Terry Laughlin puede enmarcarse en un movimiento occidental que busca superar la división mente-cuerpo. Durante el siglo XX emergieron toda una serie de técnicas corporales que abordaron al ser humano en su indivisibilidad orgánica y en su interacción social. El cuerpo deja de ser concebido como el receptáculo perecedero del alma trascendente o como la máquina divisible de cierta concepción mecanicista. Son técnicas que abandonan la sugestión para apostar por la autoconciencia, que van más allá de la relajación para buscar la armonización tonal, que exploran el organismo humano en su encuentro con el otro. Se trata de un movimiento que revoluciona la conciencia corporal occidental, pero lo hace siguiendo las vías del análisis. La danza contemporánea, las nuevas exploraciones teatrales, las técnicas de armonización tonal, las escuelas de psicomotricidad forman parte de ese cambio esencial en la autoconciencia occidental. Cuando Terry Laughlin, siguiendo la inspiración que le proporcionó su encuentro con Boomer, nos propone toda una serie de técnicas tendentes a desarrollar nuestra conciencia en el medio acuático y a facilitar un desplazamiento con menos esfuerzo en ese mismo medio, se suma, a mi entender, a ese grupo de hombres y mujeres que tan profundamente han modificado nuestra concepción de lo corporal.

La práctica paciente y consciente de esas técnicas supone que el cuerpo no es entendido ya como un enemigo al que dominar y explotar sino como una dimensión esencial de la subjetividad humana a través de la cual poder acceder a un mayor autoconocimiento y a un desarrollo de nuestras potencialidades. Sólo una práctica basada en el análisis y la autoconciencia permite buscar una armonía tal vez natural en los animales, pero que en el hombre se ve profundamente modificada desde el inicio de su existencia por sus experiencias emocionales y físicas. Sabemos ahora que no hay un paraíso al que regresar, todo lo más un camino por construir. Así, día a día, voy experimentando esos pequeños descubrimientos, esos minúsculos cambios, que van haciendo más eficaz y placentera mi actividad en el medio acuático. Y esa agradable experiencia se vio muy enriquecida cuando pude comenzar a compartirla con otras personas. No podía ser de otra manera. En cuanto comencé a experimentar las propuestas de la IT, quise compartirlas con mi esposa y con mi hijo. Quería compartir con ellos el placer que nos ofrece cada nueva práctica realizada con serenidad y concentración. Se trataba, pues, de pensar cuál sería la mejor vía para que cada uno pudiese integrar las técnicas de la IT de la manera más flexible.

Arturo, mi hijo, se encontraba bajo la presión de su entrenamiento escolar; su calificación en natación dependía de la velocidad a la que pudiera nadar. Me pareció que la mejor posibilidad para despertar su interés en la IT era mostrarle las técnicas que podían mejorar la eficacia de su brazada. Técnicas como la patient hand y la mail slot le sirvieron para mejorar la eficacia de su brazada y, lo que es más importante, para encontrarse con una nueva vía para desarrollar tanto sus habilidades en el medio acuático como su autoconciencia. Arturo mejoró su nota en natación; ahora, lejos de la presión de su instructor escolar, ha integrado la natación como una actividad cotidiana y placentera en su etapa universitaria.

Con Rosa, mi esposa, la forma de abordar las técnicas de la IT ha sido muy diferente. Ella se caracteriza por su gran sentido estético, su forma de nadar ha sido siempre muy serena y cuidadosa. Sin embargo, pequeños gestos entorpecían la fluidez e integración de sus movimientos. Buscar un movimiento bello y armonioso fue una buena entrada para ella. Después, con su práctica paciente, ha ido descubriendo la importancia de sentirse soportada por el agua, la mejora para el desplazamiento que supone bajar la barbilla, la mejora de eficacia alcanzada con una rotación adecuada, la belleza y economía de una mano relajada que entra en el agua en la línea de los hombros. Progresivamente ha ido eliminando gestos innecesarios y embelleciendo su estilo. Rosa se muestra muy sorprendida por la confianza que está experimentando en sus actividades acuáticas, lo que contribuye a una experiencia más agradable y menos agotadora.

Para todos nosotros la natación se ha convertido en una fuente de pequeños y agradables descubrimientos, de placentera actividad en la piscina o en la mar, de punto de encuentro con viejos y nuevos amigos. Cada práctica se convierte en una experiencia divertida y enriquecedora. Nuestros tiempos, por cierto, han mejorado de manera sorprendente y nos proponemos participar en pruebas de masters y de aguas abiertas.

Por lo que a mí se refiere, he decidido seguir explorando las posibilidades que Terry Laughlin y la comunidad IT ponen a nuestro alcance. Formarme como entrenador de IT es mi proyecto más inmediato. Mientras tanto, y a la vista de todo lo que tengo que mejorar, me he garantizado muchos días de agradable práctica y placenteros descubrimientos.

 


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